Isabel P. Fuentes

(Bilbao, España, 1972)

Isabel P. Fuentes (BIO'95), escritora de vocación, es licenciada en Biología por la UAM y doctora en Museología por el Muséum National d'Histoire Naturelle. Con 20 años de experiencia en la comunicación científica y en la gestión cultural en instituciones, como el Museo de Ciencias Naturales, en la actualidad, se encuentra al frente del CaixaForum de Madrid.

Si echas la mirada hacia atrás, ¿cómo era Isabel Fuentes cuando entró en la UAM y cómo salió? ¿Qué te has llevado de la universidad y con qué recuerdos te quedas?

Sobre todo, era joven. Tenía mucha ilusión por la vida universitaria, por estudiar una carrera que me atraía enormemente y por apuntarme al grupo de teatro universitario. De la universidad me he llevado a los mejores amigos, un importante conocimiento y un gran entrenamiento intelectual que me ha sido francamente útil. Los recuerdos son muchísimos. Algunos profesores magníficos, horas de estudio geniales con dos compañeras muy divertidas y, sobre todo, experiencias inigualables con el grupo de teatro.

Normalmente las personas tituladas en una carrera como Biología no acaban en la gestión de museos. ¿Cuándo se produjo este punto de inflexión?

Muy pronto. Yo estudié Biología porque me gustaba ese saber desde mi primer día de colegio. Volvería a hacerlo, por cierto. Por otra parte, desde que puse un pie en la universidad, sabía que iba a hacer lo posible porque mi vida profesional estuviese relacionada con el conocimiento interdisciplinar. Además, me apasionaba el teatro. Los museos reunían de alguna forma todos aquellos deseos y desde tercero de carrera empecé a colaborar con el Museo Nacional de Ciencias Naturales y tuve la suerte de que en aquellos años atravesaba una etapa espléndida para entusiasmarse con la profesión. Ese fue el inicio.  

Actualmente, diriges el CaixaForum de Madrid. Como directora de esta institución ¿cómo explicarías el modo de acercar al público general las muestras que se exponen, más allá de las piezas históricas o artísticas que pueden verse?

Con dos herramientas fundamentales: las exposiciones de la Fundación "La Caixa" se presentan siempre acompañadas de un proyecto educativo que permite ofrecer recorridos y aproximaciones adaptados a los diferentes públicos. Además, no sólo ofrecemos exposiciones en las ciudades donde hay un CaixaForum. También organizamos 100 itinerancias al año en poblaciones donde la oferta expositiva no es tan abundante.

¿Crees que la sociedad asume que los museos no son un cementerio de objetos, sino un espacio de diálogo y aprendizaje?

Me atrevería a decir que sí. La visión de los museos como cementerios de objetos está o debería estar superada. Pocas veces encontramos ya una yuxtaposición solipsista de objetos en un museo. Aunque me gustaría subrayar que esa forma de democratizar las colecciones tuvo en origen su razón de ser y no hay que despreciar lo que significó. Dicho esto, tampoco hay que perder de vista que el rasgo diagnóstico de los museos y del lenguaje expositivo son los objetos. Sin ellos no hay ni museo ni exposición. Otra cosa es de qué forma se presentan y qué tipo de discurso se construye en torno a ellos.  

Tu tesis doctoral versó sobre la utilización de metáforas visuales en exposiciones de contenido científico. Un aspecto que toca de lleno la didáctica. ¿Cómo se refleja esto en las muestras que podemos ver en CaixaForum?

Lo cierto es que las exposiciones que organiza la Fundación "La Caixa" de contenido científico sí han ido utilizando los últimos años un número creciente de metáforas visuales. Esta forma de exponer también se ha hecho más habitual en exposiciones científicas organizadas por otras instituciones y en las exposiciones francesas, por ejemplo. Cuando yo hice la tesis, este recurso expositivo era más anecdótico en los contextos a los que me acabo de referir y la metáfora era un sello característico de la museografía anglosajona.  

En tu faceta de escritora, a la hora de escribir, ¿qué es más complicado? ¿Un artículo científico, un artículo de divulgación científica o una novela?

A mí me resulta menos difícil la ficción, dentro de sus dificultades. Las reglas son más manejables. Partiendo de que en ambas circunstancias es preciso un esfuerzo creativo importante, los condicionantes de un trabajo de investigación son mayores. En una tesis, las hipótesis hay que demostrarlas o al menos darles un apoyo muy consistente para que resistan en lo posible su refutación. En la ficción la verdad no importa, basta la verosimilitud. 

Centrándonos en tu primera novela, "Un gen fuera de la Ley". ¿Qué te llevó a adentrarte en el mundo de la ficción?

Me animó, sobre todo, un deseo latente, antiguo y acallado, de escribir ficción, pero me ayudaron las circunstancias intelectuales del momento. Cuando mis responsabilidades laborales pasaron a ser más directivas y menos técnicas, gané cierta distancia con el mundo de la investigación. Eso me dificultaba por una parte, seguir formando parte de él, pero por otra me permitía observarlo con ojos de escritora. Y en ese momento decidí lanzarme a la piscina. 

¿Qué pretendes trasmitir a través de esta obra?

Con "Un gen fuera de la ley" me propuse contar una historia más bien íntima, la verdad, aunque después se convirtió en una novela policiaca. Es la historia de una investigadora que se niega a tirar la toalla de la investigación puntera en genética a pesar de vivir en España. Una novela con mucho humor que no sólo cuenta cosas del mundo académico. También trata de la relación con su madre, con los hombres, con la autoridad y con la sociedad a la que pertenece y que no deja de sorprenderla.  

La protagonista de la novela, Celia, es una investigadora brillante que regresa a España viéndose envuelta en situaciones complicadas. Parece que en nuestro país investigar es más que una odisea, ¿a qué crees que se debe y cómo se podría solucionar la denominada ‘fuga de cerebros’?

Sólo con voluntad política y concienciación social que exija esa voluntad política. Mientras no se acepte que hay una correlación positiva entre el apoyo firme a la investigación y el progreso de un país en todos los sentidos, no habrá mucho que hacer. Para eso también tiene que importar el futuro del país, claro. Hay algunas iniciativas que se salen de esta norma y hay apoyos privados importantísimos que deberían ser ejemplo de las políticas públicas. La Caixa, por ejemplo, lleva más de 30 años con su programa de becas de doctorado y su último plan estratégico incluye un incremento notable del presupuesto destinado a la investigación que está repercutiendo en la viabilidad de algunos proyectos notables.