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Federico de Montalvo - (DER'89). Presidente del Comité de Bioética de España Federico es desde 2014 miembro del International Bioethics Committee (IBC) de la UNESCO y académico de la Real Academia de Medicina de Murcia. |
- ¿Por qué elegiste la UAM para estudiar la carrera?
La Autónoma era y es una universidad de mucho prestigio. Yo estuve trece años en un colegio privado, el Pilar, un colegio que para mí también fue una experiencia extraordinaria, y en ese momento me apetecía probar algo distinto y pensé que la Autónoma iba a ser la opción mejor.
- ¿Qué recuerdos guardas de esta etapa?
Fue una etapa en la que aprendí con muy buenos profesores, un entorno muy abierto, de sentirte libre, nadie te obligaba nunca a nada. Tú eras dueño de ti mismo, a diferencia de lo que es un colegio. Recuerdo mucho los años que teníamos a SM el Rey, que entró dos años después de entrar yo.
- ¿Qué es lo que más te ha ayudado para tu desarrollo profesional?
Conocer a gente muy diversa, de diferentes ámbitos sociales. También el rigor que noté en los profesores y el saber hacer.
- ¿Cuáles fueron los momentos más decisivos de tu trayectoria?
Cuando acabé la universidad mi obsesión eran dos cosas: ser profesor de derecho constitucional y ser juez, esa era mi vocación. En determinado momento dejé las oposiciones, porque estaban muy masificadas. Me dediqué a la abogacía, me olvidé de la judicatura, lo combiné con la universidad, ahí hubo un giro, porque mi proyecto inicial fracasó. El otro gran cambio fue cuando, con la crisis de los cuarenta, me animé a recuperar mis créditos de los cursos de doctorado y a hacer la tesis doctoral (ya un poco mayor). Parece que la tesis doctoral gustó y me ofrecieron una plaza de profesor en una universidad, en la que estoy ahora, y decidí dejar la abogacía y dedicarme sólo a la universidad.
Son dos cambios, uno de fracaso y otro de giro, no completo, porque sigo dedicándome al derecho, pero de un giro profesional importante: de ejercer la abogacía -día a día en la batalla- a entrar en la batalla del aula. Son dos momentos absolutamente clave en mi vida.
- Háblanos de tu papel como presidente del Comité de Bioética de España. ¿Cuáles son los principales desafíos?
Somos un órgano consultivo, estamos en el Instituto de Salud Carlos III y dependemos del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social y del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades. Actuamos a iniciativa propia, podemos hacer informes sobre temas de actualidad durante la pandemia, por ejemplo, o el Gobierno nos puede pedir la opinión sobre determinada cuestión. De hecho, la semana pasada estuvimos en todos los medios porque el Ministerio nos pidió la opinión sobre si tenemos derecho a elegir las vacunas y cómo debe ser el consentimiento de esas vacunas, que es lo que estamos aplicando esta semana.
Actuamos a iniciativa propia o a iniciativa del Gobierno y sobre cuestiones bioéticas, es decir, cuestiones éticas que afecten a la salud o a la investigación en el ámbito de la salud. Hablamos de una red nacional, una red europea y una red internacional. Y de hecho, en España el Comité de Bioética ha apoyado y trabajado en un proyecto muy interesante desde hace unos años que es la creación de una red española de comités, de manera que los Comité de Bioética de Asturias, de Galicia, de Aragón, etc....junto con el Comité de España, tenemos una reunión cada seis meses para coordinar y trabajar. Intentamos vertebrar la bioética y trabajar de manera conjunta, porque eso nos enriquece a todos y no tiene sentido que unas comunidades se pronuncien sobre una cuestión en sentido absolutamente contrario al resto.
- ¿Cuáles son los principales dilemas éticos actualmente?
Lo más difícil en esta materia es llegar a acuerdos internacionales que impidan que se haga lo que se llama forum shopping, es decir, que yo como investigador me dirija a aquel país en que las medidas son más flexibles: no esté yendo a ese país por criterios tecnológicos o de los profesionales que hay sino porque legalmente hay un vacío.
Creo que lo bueno que tiene la bioética es que puede ser la forma de resolver o dar una voz única a esos problemas globales, porque la bioética busca unos principios mínimos -que son los que hay que respetar- frente a la norma, que a veces va más a máximos. La bioética puede ofrecer ese punto de encuentro donde todos, con independencia de nuestra cultura o nuestras creencias, nos podamos ver cómodos con esos valores. Por eso la bioética tiene mucho camino, porque va de la mano de la globalización de los problemas en el ámbito de la biomedicina y de la salud.
- ¿Qué ha cambiado a partir de la crisis de la Covid-19?
La pandemia ha demostrado que la ética puede ser muy necesaria en la toma de decisiones. Ha demostrado que el centro de la toma de decisión no es la vacuna, no es un respirador, no es una mascarilla, sino es un individuo. Si colocamos al individuo en el centro, normalmente la decisión va a ser la más acertada. No se trata de una decisión solamente ética, es una decisión que tiene que tener en cuenta la ciencia, tiene que tener en cuenta la economía, tiene que tener en cuenta la ética y tiene que tener en cuenta el derecho. Combinando todas ellas la decisión suele ser mejor.
Hemos conseguido una cooperación público-privada enorme, para desarrollar unas vacunas, ahora nos falta esa misma coordinación, por ejemplo, para que las vacunas lleguen a todas partes porque, si no, tenemos un problema porque esto es una pandemia. Hemos encontrado una solución global para empezar a resolverla, pero necesitamos una solución global para acabar de resolverla. Ahora el gran debate es ese ¿cómo conseguimos que nos vacunemos todos?
- ¿Cuáles crees que serán los principales retos de la biomedicina del futuro?
Nos llegan nuevos cambios en innovación, con avances biomédicos y biotecnológicos, que nos está poniendo en duda la forma que tenemos de entender la naturaleza humana. Es un cambio sustancial. Si preguntamos a la población cuál es el primer elemento de disrupción, nos va a decir que la tecnología y no nos estamos dando cuenta de que el gran disruptor, el que está incluso cambiando para llegar a alterar la naturaleza humana, es la biotecnología.
Opino que un gran reto es qué posibilidad nos ofrece CRISPR CAS9, esas llamadas tijeras biotecnológicas que permiten entrar en el genoma de un ser humano en un estadío tan inicial como es el estadío embrionario y poder reparar, poder curar. Y si vamos a aceptar además mejorar o no. Hablamos de un mundo de cambio que, como todo, tiene sus lados positivos, que nos generan menos dudas porque estamos hablando de curación, y luego usos que, en ocasiones, pueden ser muy discutibles. No es lo mismo tocar un embrión para evitar una enfermedad que va a desarrollar porque se la han transmitido los padres, que tocar un embrión para hacerlo más inteligente o para mejorarlo. Cuando hablamos de curación el dilema ético es muy inferior a cuando hablamos de mejoramiento. ¿Tienen los padres el derecho de tener un hijo perfecto?
Creo que los cambios en la biotecnología son a lo que se enfrenta la bioética, que es la ética en las ciencias de la vida.
- ¿Qué papel debería jugar la universidad dentro del campo de la investigación?
Creo que la investigación no son sólo datos, y no sólo es investigación científica. Ahora mismo estamos en un momento de absoluta disrupción, como estuvimos cuando tuvo lugar la Revolución Industrial, cuando tuvo lugar la Ilustración. En este momento necesitamos muy buenos científicos, muy buenos informáticos, sí, pero gente que piense. Ahora cobra sentido la metafísica, la filosofía, la ética y el humanismo.
Nos hace falta una nueva Ilustración, no un Siglo de las luces, yo lo llamo de broma quizá un “Siglo de los Leds”, pero nos hace falta gente que piense no sólo en datos, en números o en ciencia, sino que piense qué queremos hacer con toda esta innovación y en qué medida puede servir para el ser humano, y eso llama a fomentar a apoyar y a hacer atractivas las carreras de ciencias humanas y ciencias sociales.
- ¿Por qué crees que es importante mantener el vínculo con la universidad?
Si la universidad ha sido el lugar emblemático en la sociedad de aprendizaje y de innovación, y la universidad es el lugar esencial en el desarrollo de una persona como individuo, que no haya una conexión en el tiempo entre ese alumni y su alma mater es un error. Es muy importante que se mantenga, porque yo creo que tenemos que sentirnos orgullosos de donde decidimos ir y donde estuvimos cuatro, cinco o seis años de los más importantes de nuestra vida.