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Julio 22, 2015

El viernes 10 de julio visitamos la Real Academia de la Historia, ubicada en el madrileño barrio de las Letras, concretamente en el número 10 de la calle León. Una institución instalada en un edificio histórico diseñado por el arquitecto Juan de Villanueva en el último tramo del siglo XVIII, al que se anexionó el Palacio del Marqués de Molins posteriormente. En nuestra visita nos guiaron los académicos Martín Almagro Gorbea y Feliciano Barrios Pintado.

DESCUBRIENDO LOS TESOROS DE LA REAL ACADEMIA DE HISTORIA

La primera parte de nuestra visita fuimos acompañados por Martín Almagro, quien nos mostró el gabinete de Antigüedades, un espacio en el que reposan piezas que han ido llegando a lo largo de los años y que poseen ciertas singularidades dentro del campo historiográfico. Un claro ejemplo son los dos únicos relieves asirios que se encuentran en España. Ambos fragmentos representan escenas ligadas a la temática militar, un elemento inherente a la sociedad asiria. Estos bajorrelieves fueron donados por Antonio López de Córdoba en tiempos de Isabel II. Otra de las piezas relevantes que reposan en una de las vitrinas es el Disco de Teodosio, un elemento hallado en la localidad de Almendralejo (Mérida) allá por 1847. Dicho disco realizado en plata se fabricó en Constantinopla, mientras, su llegada a Extremadura se debe a que se trata de un missorium, un regalo personal del emperador a un alto cargo de la administración imperial.

A lo largo de su exposición, Almagro hizo hincapié en la relevancia de los historiadores y su deber con la propia sociedad. Para el académico el  patrimonio es parte de la identidad de un pueblo, por ende, la labor que se realiza en la Academia es esencial.

UNA BIBLIOTECA CON MÁS DE 600.000 VOLÚMENES

El relevo lo recogió Feliciano Barrios Pintado quien nos mostró el Salón de Actos, presidido por un cuadro de Felipe V, en el cual se realiza la ceremonia de ingreso de los nuevos académicos. Otra de las estancias que contemplamos en nuestra visita fue el Salón de Reyes, flanqueado por retratos de los monarcas españoles. Una de las curiosidades de dicho espacio es la conservación de los últimos sillares que ordenó realizar el extinguido Consejo de Castilla en el siglo XIX. La tercera sala que visitamos fue la de Juntas, lugar en el que se reúnen  en torno a una gran mesa los académicos para tratar el orden del día en su reunión semanal. Feliciano explicó al detalle el proceder de las reuniones así como la distribución de los académicos en la estancia. Al fondo, tras una gran puerta, permanece la capilla, espacio empleado para los funerales en memoria de los académicos recientemente fallecidos.

Terminamos nuestra visita en una de las salas que componen la extensa biblioteca de la Real Academia de la Historia, distribuida en 8 plantas y albergando más de 600.000 volúmenes. Sobre la mesa, una conservadora de la institución nos mostró de forma deferente, las Glosas Emilianenses del siglo XI y el atlas de Felipe II. El primer documento supone uno de los primeros testimonios escritos de la lengua “castellana”, mientras el segundo muestra la visión cartográfica en tiempos del monarca en cuyo “reino no se ponía el sol”.

Queremos agradecer a la Real Academia de la Historia su acogida y trato a lo largo de nuestra visita, pues somos conscientes de que ha sido un privilegio. También a todos los que nos acompañasteis en esta nueva aventura AlumniUAM. ¡Hasta la próxima!